Análisis: Return to Monkey Island es volver a casa
Desde que se produjo el anuncio oficial de Return to Monkey Island, allá por el mes de abril, he estado contando los días hasta su llegada al mercado. Siempre me han gustado las aventuras gráficas, especialmente las que tenían el sello de LucasArts (que, en realidad, es el de Tim Schafer, Ron Gilbert, Brian Moriarty y Dave Grossman, entre otros), muchas de las cuales disfruté en su momento, y luego he vuelto a rejugar en alguna ocasión. Y no es solo por nostalgia (aunque no negaré la presencia de ésta), es que eran JUEGAZOS (perdón por las mayúsculas, pero me han parecido necesarias) que, a día de hoy, siguen siendo increíblemente divertidos.
El problema, claro, es que ha llovido mucho desde entonces, mucho desde que títulos míticos como los anteriores de la saga Monkey Island, Day of the Tentacle, Sam & Max Hit the Road, Grim Fandango y otros tantos vieran la luz. Hemos tenido remasterizaciones y ediciones especiales de los mismos, sí, y miembros de aquella mítica alineación de talento nos han dejado claro que siguen estando en plena forma, como ha hecho Tim Schafer recientemente con el maravilloso Psychonauts 2.
Pero claro, una cosa es idear títulos nuevos, que al fin y al cabo supone menos presión (aunque requiera de más creatividad), y otra muy distinta es recuperar una de las sagas más queridas y recordadas de la historia del videojuego, y atreverse a retomarla ahora, décadas después, sabiendo que te enfrentas a una audiencia más heterogénea que nunca, a las expectativas de muchas personas que pretenderán volver a su infancia y juventud, a unas nuevas generaciones a las que nombres como Guybrush Threepwood, LeChuck e Isla Mêlée no les dirán absolutamente nada… en fin, una compleja tierra de nadie, a la que solo unos pocos y osados pueden lanzarse sin perecer en el intento. Y eso es lo que han hecho Ron Gilbert y Dave Grossman con Return to Monkey Island.
Dado que su lanzamiento es aún reciente, el lunes de esta misma semana, evitaré hablar de la trama argumental y de los puzzles a los que nos tendremos que enfrentar, pues después de haber dedicado ya unas horas (aún no lo he terminado) tengo clarísimo que, al igual que con los grandes clásicos de LucasArts, y en general con las aventuras gráficas, ir conociendo su argumento a medida que se va desarrollando el juego es una parte fundamental para disfrutar de la experiencia completa.
Sí que diré, no obstante, que el salto de Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge a Return to Monkey Island está bien resuelto. Como ya te contamos en su momento, con esta nueva entrega se modifica el canon de la saga, que ahora se compone de The Secret of Monkey Island, Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge y Return to Monkey Island, quedando fuera por lo tanto The Curse of Monkey Island, Escape from Monkey Island y Tales of Monkey Island. Así, si lo jugaste, ¿recuerdas el sorprendente final de la segunda parte? Pues en tal caso, la buena noticia es que encontrarás respuestas a tus preguntas.
Pero entonces, ¿qué ocurre con todo lo vivido en dichos títulos, que ahora quedan desplazados? ¿Acaso nos enfrentamos a un giro del guion al estilo del final de Los Serrano? ¿Tal vez se nos propone «olvidarlo» como si no hubiera ocurrido? Pues no y no, en realidad, y en una más de las muchas muestras de respeto por parte de Gilbert y Grossman a los jugadores y a la propia saga, han encontrado una manera de resolverlo. ¿Cuál? Créeme, lo mejor es que lo experimentes por ti mismo, y no que yo te lo destroce.
Monkey Island, 30 años después
Han pasado 31 años desde el lanzamiento de Monkey Island 2, en 1991. Así, y si hacemos el ejercicio de retomar la saga desde su segundo título, hablamos de volver a Monkey Island más de tres décadas después, un ejercicio emocional que no nos dejará indiferentes (al menos en mi caso no ha sido así). Muy al contrario, y como ya indico en el título de este análisis, Return to Monkey Island me ha llevado a rincones de mi pasado y de mi memoria en los que me he sentido especialmente bien.
Argumental y narrativamente hablando, Return to Monkey Island no tiene nada que envidiar a sus predecesores. Gilbert y Grossman, junto con su equipo actual, demuestran estar en plena forma y mantener el genio que les permitió escribir aquellos diálogos hilarantes de las anteriores entregas. Y lo mismo podemos decir de los puzzles y desafíos, que se mantienen lo suficientemente desafiantes (valga la redundancia) y en muchos casos también absurdos, que tan delicioso sabor de boca nos dejaron allá por los noventa.
Return to Monkey Island es consciente de su propia historia y, en consecuencia, no escatima en referencias al pasado, a guiños que nos dibujarán una sonrisa en los labios, e incluso a determinados esquemas de juego que nos resultarán familiares. No obstante, y pese a que es uno de los temores a los que me enfrentaba, no es excesivamente autorreferencial, es decir, no está construido con elementos del pasado y adornado con un par de novedades, no es un producto de nostalgia con algún adorno, al contrario, es un juego que podrán disfrutar perfectamente aquellas personas para las que suponga la primera toma de contacto con el universo de Monkey Island. No será una experiencia tan rica en matices y emociones, pero sí que será una gran experiencia de juego.
El nivel de cuidado que se aprecia en todos los elementos que lo conforman es otra muestra de respeto por parte del estudio a los jugadores. Caer en el reciclaje masivo podría haber sido efectivo en términos de nostalgia, pero no de originalidad y, por lo tanto, de méritos propios de esta nueva entrega. Return to Monkey Island proporciona, desde el primer momento, una sensación de producto bien hecho, con mimo, con mucho cuidado y completamente acabado (aunque en realidad, en menos de una semana ya ha tenido su primera actualización, pero eso es otra historia).
¿Experiencia de juego «noventera»?
Seguramente este sea el punto más complicado de abordar. Y es que Return to Monkey Island no reproduce estilos gráficos ni mecánicas de los títulos de 1990 y 1991. Esto lo apreciamos claramente en los gráficos, alrededor de los cuales se produjo una agria polémica hace algunos meses, y también en el sistema de control, ya bastante lejos del inconfundible inolvidable estilo Point & Click de SCUMM. Los controles se han simplificado sustancialmente.
También se han añadido algunas ayudas que, en aquel momento, habrían resultado impensables. Por ejemplo, pulsando el tabulador, el juego nos indicará con qué elementos de lo que vemos en ese momento en la pantalla podemos interactuar. Esto no nos priva, claro, de explorarlo por nuestra cuenta, como hicimos en su momento, pero sí que supone una seria tentación si, en algún momento, sentimos que nos hemos quedado atascados.
Pero para este problema, Return to Monkey Island da un paso (o una zancada, o un salto enorme, o un sprint) al incluir un sistema de pistas, presente a lo largo de todo el juego y que, si lo deseamos, nos guiará de principio a fin. Las pistas, en cada momento, empiezan siendo bastante genéricas, pero a medida que pidamos más ayuda, se irán volviendo más y más concretas, hasta llegar a un punto en el que recibiremos una indicación exacta de lo que debemos hacer en ese momento.
Por mucho que me esfuerce, me resulta imposible imaginar elementos así en los grandes clásicos, desafíos que podían hacer que fueras un día a dormir tras varias horas intentando resolver un puzzle sin éxito, y que despertarás sobresaltado, en mitad de la noche, con la que pensabas que podía ser la solución (y qué gratificante cuando lo era, y qué frustrante cuando no). ¿Habría sido similar la experiencia de contar con un sistema de pistas? Creo que no.
Ahora bien, ¿son malos todos estos cambios? Me enfundo en la armadura y digo que no. Los gráficos de Return to Monkey Island no son como los de The Secret of Monkey Island, y lo mismo ocurre con su sistema de control, con sus mecánicas y etcétera, etcétera, etcétera. Pero es que Return to Monkey Island NO es un juego de 1990, es un juego de 2022, y por lo tanto se adapta al contexto actual, aunque evidentemente cuente con muchos elementos propios de la saga.
Lo que verdaderamente debemos preguntarnos es cómo habrían sido The Secret of Monkey Island y Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge de haberse desarrollado en 2022. Y todos conocemos la respuesta a esa pregunta, ¿no crees? Cada juego, como cualquier otro tipo de creación artística, es hija de su tiempo. Que Ron Gilbert y Dave Grossman hayan diseñado un juego en 2022, y que éste sea lo que cabe esperar de un juego en 2022 es, en mi opinión, lo más normal del mundo.
Es cierto que, de haber contado con un diseño con píxeles del tamaño de tomates, los nostálgicos más recalcitrantes (es decir, los que han criticado al juego por tener unos gráficos actuales) se habrían sentido algo menos ultrajados. Pero también es posible que se hubieran enfadado porque la banda sonora no emplea sonido de 8 bits, porque el juego emplea una paleta de más de 16 colores o porque el juego se puede comprar y actualizar a través de Internet, en vez de tener que emplear disquetes de 5 1/4 para tal fin (aunque sí que tendrá edición física). Y el problema para esas personas es que, incluso si el juego cumpliera todas esas condiciones, eso no lo convertiría en la máquina rejuvenecedora, que es lo que realmente parecen buscar.
Y realmente, y lo digo de corazón, lo siento mucho por esas personas, ya que abordar Return to Monkey Island sin dichos prejuicios, y con ganas de disfrutarlo como lo hiciste antaño con los clásicos, sí que te ofrece un viaje en el tiempo, un salto atrás de 30 años, para encontrar respuesta a todas las preguntas que quedaron abiertas al final de Monkey Island 2. De algún modo, y durante unas horas, ha tenido un cierto efecto de máquina del tiempo, que no voy a negar que he disfrutado.
¿Es mejor, igual o peor que los clásicos?
Esta pregunta podría dar pie a una disertación interminable pero, ¿sabes? Creo que en realidad todo sería dar vueltas a un concepto que se puede responder de una manera mucho más rápida y directa. Lo único en lo que Return to Monkey Island no está a la altura, con respecto a sus predecesores, es en que no es un juego de nuestra infancia/juventud. Ese es el único punto en el que The Secret of Monkey Island y Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge están claramente por delante de esta nueva entrega.
Por lo demás, gráficos, banda sonora, argumento, diálogos, puzzles, ambientación, personajes, todo, no tiene nada que envidiar a los clásicos. Y, personalmente, no me supone apuro alguno decir que lo encuento muy por encima de algunos de los títulos que han tenido que reajustar su posición en el canon de la saga como consecuencia de la publicación de esta nueva entrega. Gilbert y Grossman no solo conocen la saga como nadie (demonios, ¡la crearon ellos!), es que además se mantienen increíblemente frescos, ingeniosos y rebosantes de buenas ideas, que han quedado reflejadas en Return to Monkey Island.
Conclusiones
Return to Monkey Island me ha hecho disfrutar tanto como lo hicieron, en su momento, sus predecesores de la saga. Reconozco que tenía miedo por lo que me iba a encontrar, por las expectativas, por el riesgo de que el juego fuera fan service en estado puro, por recordar, una vez más, que todos nos hacemos mayores… y sin embargo, los miedos no se han cumplido y las expectativas (o casi las llamaría ilusiones) sí que se han visto saciadas. Volver a Isla Mêlée 30 años después es una experiencia que no puedo dejar de recomendar. Y no por nostalgia ni por recuperar una historia maravillosa (que también), no, lo hago, sencillamente, porque Return to Monkey Island es un juegazo. Puedes encontrarlo en Steam, y su precio es de 29,99 euros
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Mismo humor de siempre
Nostalgia sin fan service
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