Tres limitaciones que impusieron PS4 y Xbox One y que quedarán, por fin, superadas con PS5 y Xbox Series X

PS5 y Xbox Series X serán las sucesoras de PS4 y Xbox One, dos sistemas que son, para muchos desarrolladores, consolas obsoletas que han cumplido ya su ciclo de vida. Si echamos un vistazo a la evolución que han vivido los desarrollos de videojuegos durante los últimos cinco años nos encontramos con un estancamiento claro, tanto a nivel técnico tanto jugable, una realidad que obedece a una causa muy sencilla: las limitaciones que impone, a nivel de hardware, la generación actual de consolas.

Cada vez más desarrolladores reconocen abiertamente que no pueden integrar todas sus ideas en sus proyectos porque son conscientes de que PS4 y Xbox One no tienen potencia suficiente para mover el juego resultante. Esto les obliga a recortar, a simplificar y mantener, en esencia, el mismo concepto de falso sandbox «pasillero», la misma jugabilidad y las mismas limitaciones a nivel técnico, con animaciones mejorables, texturas «sucias», un efecto «borroso» consecuencia del bajo conteo de píxeles presente en muchas escenas y una tasa de fotogramas por segundo muy limitada que no siempre alcanza niveles estables.

Llevamos varios años inmersos en un «más de lo mismo» constante, y sí, la culpa la tiene el estancamiento que han generado las consolas de la generación actual, y también los desarrolladores, que no se han atrevido a lanzar juegos exclusivos que aprovechen, de verdad, el potencial del PC. Es una lástima, de eso no hay duda, aunque con la llegada de PS5 y Xbox Series X veremos, por fin, una transición que pondrá fin a ese estancamiento.

La evolución no va a ser tan grande como la que se produjo en otras generaciones, y es comprensible, ya que con la llegada de PS4 Pro y Xbox One X se llevó a cabo una renovación intergeneracional que ha acabado perjudicando a PS5 y Xbox Series X, y además debemos tener en cuenta que, en general, toda la tecnología que utilizan PS5 y Xbox Series X ya lleva años disponible en PC.

Nada de lo que vimos en las presentaciones de juegos de PS5 y Xbox Series X logró impresionarnos de verdad, aunque confió en que Sony y Microsoft sean capaces de mejorar el panorama durante el primer año de vida de ambas consolas. Estaremos atentos para ver cómo evolucionan ambas con el paso del tiempo, y cómo afecta su llegada al mundo del gaming en PC. Mientras tanto, vamos a compartir con vosotros tres limitaciones clave que han quedado enquistadas como consecuencia del largo ciclo de vida de PS4 y Xbox One, y que quedarán superadas con la llegada de la nueva generación.

PS5 y Xbox Series X

1-Adiós a los 30 FPS constantes con PS5 y Xbox Series X

Es un hecho, PS4 y Xbox One han sido la generación de los 30 FPS. Puede sonar mal, pero en el fondo estamos siendo muy generosos, ya que en muchos juegos ninguna de las dos consolas es capaz de mantener 30 FPS totalmente estables, y rondan niveles medios de 20 a 25 FPS. Con ello se consigue una experiencia cinemática, decía Ubisoft en su momento, qué cosas.

Volviendo a la realidad está claro que jugar a 30 FPS no es agradable. Entiendo que haya gente que esté acostumbrada, yo mismo tuve que jugar a Final Fantasy VII en mi viejo Pentium a 133 MHz con una fluidez pésima porque no me quedaba otra opción, pero no por ello debemos justificar ideas que maquillan la realidad tal y como es: lo ideal es jugar a 60 FPS.

PS5 y Xbox Series X van a utilizar un procesador basado en la arquitectura Zen 2 de AMD, aunque con un diseño semipersonalizado. Este chip contará con 8 núcleos y 16 hilos a una frecuencia de entre 3,5 y 3,6 GHz, aproximadamente, lo que supone un salto enorme frente al procesador Jaguar de PS4 y Xbox One, que tiene un IPC muy bajo (similar al de un Intel Atom) y una frecuencia muy reducida (1,6 GHz y 1,75 GHz, respectivamente).

Gracias a ese nuevo procesador y a la mejora de rendimiento que representa será posible jugar de forma estable a 60 FPS en muchos más juegos, aunque cuidado, esto no quiere decir que vayamos a decir adiós para siempre a los 30 FPS, ya que algunos desarrolladores seguirán contemplándolos como opción para alcanzar calidades gráficas muy elevadas.

2.-La memoria dejará de ser un problema… de momento

PS4 y Xbox One tienen muy poca memoria disponible. De sus 8 GB los desarrolladores tienen disponibles unos 5 GB, que deben dividir como RAM y VRAM. Esto explica por qué todavía podemos jugar de forma óptima a la mayoría de los títulos actuales con configuraciones de entre 6 GB y 8 GB de RAM en PC.

Contar con una cantidad tan reducida de memoria obliga a hacer sacrificios importantes, y ya hemos nombrado algunos de ellos. Por ejemplo, no puedes crear mundos muy amplios y tampoco excederte con la calidad de las texturas, ya que los sistemas base para los que se desarrolla el juego no tendrán memoria RAM y VRAM suficiente.

Esto se ha dejado notar en ese estancamiento alrededor de los falsos sandbox «pasilleros» a los que hemos hecho referencia, y también en la pobre calidad de las texturas que presentan la mayoría de los juegos en PS4 y Xbox One. En algunos casos este problema se ha mantenido incluso en la versión de esos juegos para PC, donde encontramos texturas de baja calidad que no deberían de esta ahí. Es el problema de las adaptaciones flojas de consolas a compatibles, que no presentan un mínimo de cuidado ni de optimización.

Con PS5 y Xbox Series X esto va a cambiar, y de una manera considerable, ya que ambas consolas doblan la memoria de PS4 y Xbox One al montar 16 GB de GDDR6. De esa cifra habrá que descontar la memoria reservada al sistema, lo que nos dejará, probablemente, unos 13,5 GB disponibles en ambas consolas, a repartir entre RAM y VRAM. Los desarrolladores podrían utilizar, por ejemplo, 8 GB como RAM y 5,5 GB como VRAM.

La consecuencia de esto será muy clara, veremos juegos más amplios, más complejos y con una calidad de texturas muy superior, aunque cabe esperar que, con el paso del tiempo, se vuelva a repetir ese estancamiento que vimos con PS4 y Xbox One. No descartamos, por ello, una renovación intergeneracional, es decir, una PS5 Pro y una Xbox Series X mejorada.

3.-El disco duro ya no será un lastre

Desarrollar juegos que tienen que funcionar en un HDD de 5.400 RPM con una velocidad de transferencia de 100 MB/s ha sido un calvario para los desarrolladores. Para paliar este problema han tenido que doblar y hasta triplicar los datos de los juegos, una técnica que permitía que los datos necesarios quedaran en posiciones más cercanas al cabezal de lectura y reducía, con ello, los problemas asociados a los tiempos de acceso cuando este tipo de unidades se van fragmentando.

Esto explica, en parte, por qué los juegos ocupan cada vez más, y también nos ayuda a entender los enormes tiempos de carga que tienen algunos juegos y otros problemas importantes, como la carga de texturas y el «popping». Final Fantasy VII Remake es un buen ejemplo, ya que presenta problemas muy marcados de carga de texturas, un «popping» bastante molesto y unos tiempos de carga elevados, tanto que incluso al iniciar conversaciones tenemos un retraso de varios segundos.

Gracias a la introducción del SSD en PS5 y Xbox Series X todo esto será cosa del pasado. La unidad de PS5 alcanza los 5.500 MB/s y la de Xbox Series X llega hasta los 2.400 MB/s, cifras que, como vemos, dejan en ridículo esos 100 MB/s que alcanzan los discos duros de PS4 y Xbox One.

No debemos olvidar, además, que al tener unidades de almacenamiento más rápidas también es posible realizar transiciones más complejas en juegos sin que sea necesario detenerlo por completo. Por ejemplo, podríamos cambiar un escenario por completo varias veces sin que el parón para cargar sea perceptible, o que aún siéndolo no resulte molesto.

Si te has quedado con ganas de más te invito a repasar este artículo, donde vimos todas las mejoras clave que podemos esperar del salto generacional que marcarán PS5 y Xbox Series X.

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