Cables submarinos de Internet, ¿otro objetivo de la guerra ‘híbrida’ de Rusia?
Los cables submarinos de Internet son una infraestructura crítica de los que dependen la actividad del mundo que conocemos. En los últimos meses, desde la invasión rusa de Ucrania, se ha detectado un aumento del tráfico de embarcaciones rusas cerca de estos grandes cables de datos y se han registrado algunos fallos inusuales en los mismos que invitan a la sospecha de que pudieran ser otro objetivo para presionar a Occidente.
Las investigaciones realizadas en torno a los incidentes de los gasoductos Nord Stream, con cuatro fugas al mismo tiempo en distintos puntos, confirman, por si había alguna duda, que se trató de un sabotaje. Las implicaciones en torno a la guerra de Ucrania y por ende a la «guerra energética» de Rusia contra Occidente, como presión para que abandonemos a a su suerte a Ucrania, son mayúsculas. ¿Se podría sabotear de la misma manera los cables submarinos de Internet?
Los cables submarinos de fibra óptica son la base de la red mundial de telecomunicaciones. Son una solución mucho más robusta y fiable que los satélites en órbita ya que ofrecen un rendimiento muy superior en latencia y ancho de banda. Son imprescindibles para el acceso a Internet y sus servicios en los que se sustenta el mundo de hoy y abarcan decenas de miles de kilómetros por todos los lechos marinos de océanos y mares. Es obvio que su control es clave y al mismo tiempo cuasi imposible por la cantidad de ellos y la distancia que abarcan.
Fallos inusuales en cables submarinos de Internet
El pasado viernes, BBC informó de la ruptura en un cable submarino que conecta las islas Shetland con el continente escocés, provocando cortes en servicios de telefonía, banda ancha y móviles. El incidente se suma a otro de la semana anterior donde se dañó el que conecta las Islas Feroe y Shetland. No se sabe si ha sido una cuestión accidental, pero los fallos se acumulan en una sucesión preocupante si -como sospechan algunos expertos- están relacionados con la guerra de Ucrania.
La semana pasada se detectaron en el sur de Francia cortes en cables que conectan Asia, Europa y Estados Unidos. Tampoco se conocen las causas, pero la ministra de las Fuerzas Armadas de Francia ya alertó que los cables submarinos de Internet podían ser «objetivo de naciones tentadas a destruirlos». El secretario general de la OTAN, antes de la guerra en Ucrania, definió estos cables como «infraestructuras críticas», ya que de ellos dependen ya no solo Internet, si no los mercados financieros e incluso capacidades militares.
En España, el sistema militar de vigilancia de aguas territoriales del Centro de Operaciones, Vigilancia y Acción Marítima de la Armada (COVAM), ha detectado un aumento de actividad de barcos rusos «pescadatos». Son buques espías camuflados como pesqueros o científicos que tienen el objetivo de captar el tráfico digital que pasa por ellos y así realizar un mapa completo de su trazado.
Hay que recordar que España tiene 8.000 kilómetros de costa. El 80% de todo el comercio exterior se realiza en los puertos y se recibe el 90% del suministro energético exterior. Su situación estratégica la convierte en una región marítima clave de recepción de cables transoceánicos y además, el 94% del tráfico de Internet por cable a y desde España se realiza bajo el agua.
Además de los miles de muertos y heridos, la guerra en Ucrania amenaza la economía global y una recuperación que comenzaba a asomar a medida que superamos la pandemia. Los sabotajes en infraestructura crítica son otro punto de preocupación. Si en el siglo XXI las guerras no solo se libran sobre el terreno y el ciberespacio es una zona vital, los cables submarinos de Internet son una infraestructura esencial que bien podía convertirse en objetivo de Rusia. Las consecuencias de un corte o apagón digital son impredecibles en un mundo que depende de ellos.
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