Vivaldi, ¿todavía a medio camino de los beneficios?
Solemos comentar por estas páginas que, a pesar de las apariencias, de que todo es Chromium y lo que no es un Firefox de futuro incierto, hay más vida en el segmento de los navegadores web de la que la ha habido en los últimos años, todo gracias a la sana competencia que llevan a cabo compañías como Google, Microsoft o la misma Vivaldi Technologies, entre otras. Sí: sana competencia.
Digo esto porque hay mucho agorero presto a equiparar la situación actual con la vivida con Internet Explorer, cuando se asemejan muy poco. Por una sencilla razón: Chromium es software libre y aunque Google dirige su desarrollo, tener en frente a Microsoft es un interesante seguro; lo mismo para con Brave, Opera o Vivaldi, por más pequeñas que sean en comparación, pues muchas pequeñas partes pueden ejercer de contrapeso cuando se amenaza con cerrar un proyecto de software libre (que no es el caso).
Por lo tanto, igual que a nadie escama que la web se base elementalmente en tecnologías como HTML, a nadie debería hacerlo cuando se trata de Chromium o de un proyecto de software libre. No es exactamente lo mismo y siempre son bienvenidas las alternativas porque favorecen la innovación, pero sin volverse loco, por favor (como si los grandes no intentasen dominar los consejos de reguladores de estándares).
Pero no es lo mismo poder hacer algo que hacerlo y en este punto es en el que desviamos el tema de este artículo al que advierte el titular: la situación de Vivaldi, uno de los derivados de Chrormium más interesantes y que más innovación han aportado en el último lustro al panorama. Un poco más, de hecho, pues este navegador para power users se dejó ver por primera vez a principios de 2015.
Desde entonces, lo que pretendía recuperar el hueco dejado por Opera tras el salto a Chromium de este, ha crecido y adquirido identidad propia y como puedes comprobar cada mes, los lanzamientos de Vivaldi suelen ser de todo menos aburridos. Es más: pocos navegadores se le comparan en intensidad estrenando nuevas características. Microsoft Edge, y para de contar. Ahora bien, todo lo alcanzado hasta el momento por Vivaldi no parece estar siendo suficiente como para asegurar los beneficios a la compañía desarrolladora.
El pensamiento viene a cuento de un artículo que publicaron hace unos días en el blog oficial de Vivaldi, en el que se congratulaban de haber superado la «mágina cifra» de un millón de usuarios… Como parte de su comunidad, lo cual no equivale a usuarios netos del navegador web. Porque Vivaldi no es solo una navegador web con mil y una funciones con las que satisfacer las necesidades de potencia de los usuarios avanzados: es también una comunidad de usuarios en torno a determinados servicios.
Así, en Vivaldi puedes disfrutar de características como un potente sistema de marcadores e historial, gestión de pestañas avanzada, bloqueador de publicidad y rastreadores integrado en PC y Android, traductor de páginas web privado al margen de Google, gestor de notas, correo electrónico, contactos, calendario y lector de noticias, capturas de pantalla, soporte para aplicaciones web progresivas, comandos, gestos… Y, por supuesto, plena compatibilidad con las extensiones de Chrome.
Pero si además quieres sincronizar -con cifrado de extremo a extremo- los datos del navegador entre diferentes dispositivos, tienes que abrirte una cuenta de Vivaldi, que te abre paso a su comunidad, incluyendo foros de discusión y sistemas de blogs personal, pero también un servicio de correo electrónico con gestión de contactos y calendario gratuito, pero privado y sin publicidad. Pues bien, todos aquellos que tienen una cuenta de Vivaldi forman parte de su comunidad y de ese «mágico millón de usuarios».
Sin embargo, ¿no es una cifra irrisoria un millón de usuarios para asegurar la viabilidad de la compañía? Vivaldi fue una iniciativa liderada por Jon Stephenson von Tetzchner, cofundador de Opera Software y ahora CEO de Vivaldi Technologies, financiada con su capital (con unos 6 millones de euros arrancó esta aventura) y que ahora cuenta con en torno a medio centenar de empleados repartidos entre Noruega, Islandia -aquí es donde están ubicados los centros de datos para sus servicios- y Estados Unidos.
Es cierto que Vivaldi incluye por defecto publicidad en la forma de marcadores y a Bing como motor de búsqueda predetermiando, con el que mantienen un acuerdo; pero difícilmente puede generar este mero ejercicio rendimiento económico suficiente como para mantener a flote a Vivaldi Technologies, no digamos ya para impulsar su crecimiento… muy especialmente a tenor de su visión como producto.
«Vivaldi es propiedad de sus empleados. Y planeamos mantenerlo así», explican en la página de los principios de Vivaldi. La misma página en la que figura su número de usuarios activos estimado, unos 2, 3 millones, actualizado en septiembre de 2021. «No tener inversores externos nos da la libertad de escuchar a nuestros usuarios para, junto con ellos, desarrollar el navegador que se merecen. Cada idea cuenta y se toma en serio», añaden.
El problema es que apenas un año después del lanzamiento inicial de Vivaldi, el propio Jon Stephenson von Tetzchner admitía que necesitaban al menos 5 millones de usuarios para lograr beneficios y a este paso no pinta bien la cosa, sobre todo cuando competencia con más músculo y tal vez algo más de ambición en según qué aspectos, pero con menos tiempo sobre el terreno, como Brave, presumen de haber conseguido ya más de 36 millones de usuarios.
Quizás y solo quizás, uno de los puntos que Brave ha sabido explotar y con el que Vivaldi patina, por más sincera que se sienta su apuesta por la protección y el respeto de la privacidad de sus usuarios, sea el hecho de no ser de código abierto y justificarlo sin los argumentos adecuados, simplemente porque no los hay. Pero aún están a tiempo de rectificar y sería un movimiento oportuno, aun cuando duplicar la base de usuarios se antoja algo más complicado. Esperemos ver cómo lo cumplen todo.
La entrada Vivaldi, ¿todavía a medio camino de los beneficios? es original de MuyComputer
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