Procesador y gaming: Cinco mentiras que debes olvidar

El procesador es considerado, en general, como el cerebro del PC. Este símil se debe a la importancia que tiene dicho componente, ya que es un componente multipropósito que se ocupa de realizar las tareas generales del sistema. Este es el matiz más importante que lo diferencia de otros componentes como la GPU, esa generalidad frente a la especialización de esta última.

Su importancia está fuera de toda duda ya que, al final, el procesador es el que se ocupa de convertir los procesos y subprocesos en información que puede ser entendida por el sistema, y por el resto de componentes del equipo. Esto nos ayuda a entender la estrecha relación que existe entre el procesador, o CPU, y la unidad de procesamiento gráfico, o GPU. Esta depende del primero para poder trabajar, aunque esa dependencia se reduce en función de dónde se produzca una mayor carga de trabajo, algo que ya vimos en su momento en este artículo, dedicado a procesadores y cuellos de botella.

Procesador para juegos

La mayoría de la gente tiene algunas nociones sobre qué cosas influyen en el rendimiento de un procesador, pero lo cierto es que este depende, en realidad, de muchos factores, y por ello un mismo chip puede ofrecer un desempeño totalmente distinto en dos aplicaciones diferentes, y también puede variar en gran medida dependiendo de los componentes que hayamos elegido para montar un PC. Esto afecta todos los ámbitos, pero resulta especialmente complejo cuando hablamos del gaming, es decir, de la ejecución de juegos en PC.

Por desgracia, todavía se mantienen muchos mitos, mentiras o falsas creencias, como queráis llamarlo, alrededor de los procesadores cuando se utilizan, o se enfocan principalmente, para gaming. Alrededor de esas mentiras se han apuntalado una especie de mantras que se niegan a abandonarnos, y por ello me he decidido a compartir con vosotros este artículo, donde vamos a repasar cinco mentiras sobre el procesador y el gaming que debemos superar definitivamente.

1.-Un procesador con más núcleos e hilos siempre es mejor en juegos

Procesador para juegos

Esto no es así, de hecho puede ocurrir precisamente todo lo contrario ya que, por desgracia, los juegos mantienen una clara tendencia a depender más de otros aspectos del procesador que de su cantidad de núcleos e hilos. No siempre ha sido así, pero desde la llegada de PS4 y Xbox One se convirtió en algo muy evidente, y francamente, es un problema.

La primera transición importante que vivimos en este sentido se produjo con el salto a los procesadores de dos núcleos. Los Core 2 Duo tenían unas frecuencias de trabajo más bajas que los Pentium 4, pero gracias a su mayor IPC (instrucciones por ciclo de reloj) compensaban de sobra esa bajada de frecuencia, y cuando se ejecutaban en juegos capaces de paralelizar en sus dos núcleos, la mejora de rendimiento que ofrecían era enorme. Sin embargo, en aquellos títulos que no podían aprovechar sus dos núcleos, esa mejora era mucho menor.

Cuando saltamos a los cuatro núcleos, con los Core 2 Quad y los Phenom, la inmensa mayoría de los juegos seguía escalando únicamente en procesadores de dos núcleos. Battlefield 3 fue uno de los primeros juegos en aprovechar configuraciones de cuatro núcleos, y lo mismo ocurrió con Guild Wars 2, pero fueron excepciones a una regla general que, solo con la llegada de PS4 y Xbox One, cambió para estandarizar los dos núcleos y cuatro hilos, o cuatro núcleos físicos.

Procesador para juegos

Mirad la enorme franja temporal que hemos cubierto con el párrafo anterior, y lo poco que hemos evolucionado en lo que respecta al escalado multihilo de juegos en procesadores con un alto número de núcleos. Ahora mismo, la mayoría de los juegos escalan bien en procesadores de cuatro núcleos y ocho hilos, pero no son capaces de aprovechar de verdad procesadores de seis núcleos y doce hilos. Una pena, ya que estos llevan en el mercado de consumo general varios años, y se democratizaron en 2017 con la llegada de los Ryzen serie 1000.

Si tienes un procesador de 8 núcleos y 16 hilos como el Ryzen 7  1700, por ejemplo, tendrás que aceptar que un Core i3-10100F, que tiene cuatro núcleos y ocho hilos, va a rendir mejor en juegos porque este último tiene un mayor IPC, y alcanza frecuencias de trabajo más elevadas. Es cierto que los núcleos e hilos importan, pero solo hasta que conseguimos llegar al nivel óptimo de cada momento. Si lo superamos, esos núcleos extra no se aprovecharán, y no mejorarán el rendimiento en juegos.

¿Dónde está el nivel óptimo? Si miramos al presente, un procesador de cuatro núcleos y ocho hilos con un alto IPC cumple sin problemas, pero lo ideal sería optar por 6 núcleos y 12 hilos para tener una mayor vida útil.

2.-Un procesador a más frecuencia de trabajo siempre será mejor que otro a menor frecuencia

Procesador para juegos

Seamos sinceros, hubo un tiempo en el que los MHz importaban. Me acuerdo perfectamente cuando tenía un Pentium a 133 MHz y soñaba con poder hacerme con un Pentium a 200 MHz. En aquella época, la carrera de los MHz era una realidad, y en ella competían Intel y AMD. Fue tan intensa que, en apenas cuatro años, pasamos de los 200 MHz a los 2.000 MHz de velocidad de trabajo (series Pentium y Pentium 4, respectivamente).

Sin embargo, esa carrera de los MHz tocó fondo en varias ocasiones. La primera fue con el lanzamiento de los Athlon 64 de AMD, que a pesar de funcionar a unas frecuencias bastante bajas para la época, daban sopas con honda a los Pentium 4 del momento. Lo mismo ocurrió después con los Core 2 Duo de Intel, que marcaron un salto tan grande en términos de IPC, y gracias a su configuración de dos núcleos, que un chip a 1,6 GHz podía arrollar a un Pentium 4 corriendo al doble de frecuencia.

Posteriormente, hemos vuelto a esa carrera en épocas concretas, de hecho AMD tuvo que tirar de ella con sus FX serie Bulldozer, recordad los FX 9590 a 4,7 GHz, pero estos son un ejemplo perfecto que nos permite ilustrar porqué la velocidad de trabajo hace tiempo que dejó de ser tan importante. Ese chip tiene un modo turbo que le permite escalar a 5 GHz, pero su IPC es tan bajo que un Ryzen 3 1200 a 3,1 GHz-3,4 GHz, modo normal y turbo, lo supera sin problemas.

La frecuencia de trabajo puede mejorar el rendimiento de un procesador, eso no es falso, pero su importancia es cada vez menor, y un procesador funcionando a menor frecuencia puede ser mejor que otro funcionando a una velocidad mucho mayor, incluso en las generaciones actuales. Pensad, por ejemplo, en el rendimiento que ofrecen los Ryzen serie 5000 frente a los Intel Core de onceava generación, a pesar de que los primeros no alcanzan velocidades de trabajo tan elevadas.

3.-El procesador importa menos que la tarjeta gráfica: El problema de los desequilibrios

Procesador para juegos

Hay una importante tendencia a pensar, todavía, que el procesador tiene un impacto muy pequeño cuando jugamos, y que por eso debemos dedicar casi todo el presupuesto que tengamos a la tarjeta gráfica. Esto es un error, y puede tener consecuencias muy graves ya que, de hecho, hay juegos que tienen una gran dependencia de la CPU, aunque no lleguen a escalar adecuadamente en configuraciones de 6 núcleos y 12 hilos.

Tenemos que partir siempre de la regla de oro que os dejamos en el primer apartado, y es que, a la hora de elegir un procesador para juegos, no debemos bajar de una configuración de 4 núcleos y 8 hilos. Si montamos, por ejemplo, un procesador de 4 núcleos y 4 hilos, muchos juegos no podrán paralelizar toda la carga de trabajo que requieren de forma simultánea, lo que se traducirá en importantes caídas de rendimiento, tasas de FPS inestables, con picos mínimos muy marcados, tirones y «stuttering». En estos casos, lo normal es que la GPU no pueda trabajar al 100%, por lo que estaremos desaprovechando su potencial real.

Es verdad que el procesador importa menos que la GPU en juegos, sobre todo cuando nos movemos en altas resoluciones (4K), pero esto no quiere decir que debamos olvidarnos de él por completo. Montar un procesador potente, capaz de sacar adelante la carga de trabajo que requiere cada juego y de «alimentar» a nuestra tarjeta gráfica es fundamental para crear un PC gaming de primer nivel, incluso aunque tengamos un presupuesto contenido.

Como dije en el primer apartado, ahora mismo no vale la pena montar nada inferior a una configuración de cuatro núcleos y ocho hilos, y lo ideal es optar como mínimo por un procesador de seis núcleos y doce hilos. Si tenéis que elegir entre un procesador de 6 núcleos y 12 hilos con un IPC muy alto y otro con 8 núcleos y 16 hilos con un IPC bastante menor no lo dudéis, el primero será la mejor opción si vuestro objetivo prioritario es jugar.

4.-Un procesador de gama baja no vale para jugar

Procesador para juegos

Es un tópico que lleva mucho tiempo corriendo por Internet, y que incluso he escuchado de boca de algunos «expertos». Lo cierto es que hay procesadores de gama baja que sirven, incluso, para renderizar y editar vídeo con aplicaciones exigentes. ¿Creéis que exagero? Eso es porque no habéis visto lo que puede hacer un Ryzen 7 1800X a 4 GHz con sus 8 núcleos y 16 hilos, un chip que en su momento se pudo comprar, en el mercado de segunda mano, por poco más de 100 euros. Este es, de hecho, un mito que te hará perder dinero al montar un PC.

Como hemos dicho anteriormente, el mínimo que necesitamos para jugar con garantías se sitúa en los cuatro núcleos y ocho hilos, siempre que el IPC acompañe. Pues bien, con algo tan económico como un Intel Core i3-10105F, que cuesta poco más de 85 euros, podríamos jugar a cualquier título actual sin problemas. Sí, en algunos casos concretos iría un poco ajustado, pero si esto nos supone un problema podríamos optar por el Intel Core i5-10400F, que tiene 6 núcleos y 12 hilos y cuesta poco más de 150 euros. Hasta hace nada habría recomendado el Intel Core i5-11400F, pero ha subido muchísimo de precio debido a la alta demanda.

¿Y qué ocurre si nos vamos a generaciones más antiguas? Pues más de lo mismo, aunque en el caso de AMD el menor IPC de los Ryzen de primera generación puede acabar marcando una diferencia palpable cuando jugamos en resoluciones 1080p y, en menor medida, en 1440p. Con esto no quiero decir que no sean perfectamente capaces de mover juegos actuales, sino que simplemente no logran ese pico de rendimiento que podemos encontrar en otros procesadores con mayor IPC.

La conclusión que debemos sacar de esto es muy sencilla, un procesador de gama baja que cuente, al menos, con una configuración de cuatro núcleos y ocho hilos, y que tenga un IPC al nivel de la arquitectura Skylake o Zen 2, es perfectamente viable en juegos. No necesitas gastar más de 200 euros para conseguir un procesador capaz de mover juegos actuales con todas las garantías y que tenga, además, una larga vida útil.

5.-Es mejor evitar un procesador AMD si queremos jugar

Procesador para juegos

Otro tópico que dejó de tener sentido hace mucho, mucho tiempo. Si nos ponemos serios, es cierto que hubo momentos en los que los procesadores Ryzen de AMD rendían menos en juegos que los procesadores Intel. Hay que ser justos e imparciales, y sí, los Ryzen de primera, segunda y tercera generación (Zen, Zen+ y Zen 2) rendían menos en juegos, pero no podemos decir que, por ello, tuviéramos que evitarlos. Todos esos procesadores compensaban su menor rendimiento ofreciendo un valor muy atractivo en relación precio-prestaciones.

Si miramos al presente, vemos que un procesador Ryzen 5000, basado en la arquitectura Zen 3, es capaz de superar a un procesador Intel de undécima generación en juegos, aunque por desgracia el valor precio-rendimiento está menos afinado en esa generación. Ya sabéis que AMD subió considerablemente el precio de esos nuevos procesadores, y que Intel supo contrarrestar sus mejoras de rendimiento bruto afinando el precio de sus Core 10 y Core 11.

Dejando a un lado el tema del precio, y limitándonos al rendimiento bruto, la diferencia de desempeño en juegos entre los procesadores anteriores a Zen 3 y sus equivalentes de Intel se dejaba notar, sobre todo, en resoluciones 1080p, y desaparecían casi por completo cuando nos movíamos en 1440p. Al llegar a 4K, esas diferencias quedaban totalmente diluidas porque la GPU asumía un mayor peso. No obstante, como hemos dicho, la diferencia no era tan grande como para justificar esa idea de «evitarlos», ya no eran procesadores marcadamente inferiores, como ocurría en su momento con los FX Bulldozer.

A partir de Zen 3, como hemos dicho, AMD logró una mejora de IPC tan grande que acabó superando a Intel en rendimiento en juegos, una cuenta que tenía pendiente desde la era del Athlon 64. Si estás buscando un procesador para jugar, y quieres elegir un chip AMD, lo ideal es que te intentes limitar a esa arquitectura, aunque los chips basados en Zen 2 también ofrecen un valor interesante si los encuentras a buen precio. En caso contrario, un Intel Core de décima generación será tu mejor opción.

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